¿Su bicicleta de paseo se hunde?
Dentro del movimiento anarquista y anarcosindicalista español había tres puntos de vista distintos sobre la cuestión de la guerra y la revolución. El primero, probablemente el mayoritario, era que la guerra terminaría en cuestión de semanas, después de todo, unos pocos días habían sido suficientes para derrotar al ejército en Barcelona y otros centros industriales, y que la revolución social y el comunismo libertario, tal y como fue debatido y adoptado por el congreso nacional de la CNT en Zaragoza en febrero, cinco meses antes, era un aspecto inseparable de la lucha contra la opresión económica y social. Así, el movimiento debía proceder inmediatamente a la socialización de las fábricas, de la tierra y de sus comunidades.
La segunda posición era la de los miembros de los comités regionales, nacionales y peninsulares de la CNT-FAI, los llamados “notables”, titulares de cargos como Horacio Prieto, Mariano Rodríguez, Federica Montseny, Diego Abad de Santillán, García Oliver, etc. Preveían una guerra larga y se oponían a implantar el comunismo libertario hasta que la guerra estuviera ganada. En su lugar, optaron por alianzas comprometedoras con los partidos burgueses republicanos, catalanistas y estalinistas.
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Montesa fue fundada el 1944 en Barcelona por Pere Permanyer y Francesc Xavier (Paco) Bultó, aunque no fue hasta el 3 de febrero de 1947 cuando se constituyó la sociedad definitiva, con razón social Permanyer, S.A. de Industrias Mecánicas (bastantes años después, hacia mediados de la década de 1970, la sociedad cambió la razón social por (Motocicletas Montesa, S.A.). La familia Permanyer aportó el 76,3% del capital y la familia Bultó, el 23,7%. Permanyer tenía experiencia empresarial en el ramo de la automoción con gasógeno, y una vez que este sector empezó a flojear decidió probar suerte en la producción de motocicletas con motor de dos tiempos de bencina, un nuevo mercado emergente en aquellos años. Su primer prototipo se basó en los modelos de la marca francesa Motobécane.
En aquellos años de autarquía costaba mucho conseguir material y componentes de calidad, ya que en la aislada España de entonces no se producía y había que importarlos. Dado que, para hacerlo, se necesitaban divisas y la única manera de conseguirlas era mediante la exportación, Montesa encontró la solución a este problema dedicándose a la exportación de naranjas que, anteriormente, compraba en grandes cantidades a llauradors valencianos. Ha dicho que, gracias a este sistema, la empresa va puede importar una buena cantidad de cajas de cambio y engranajes pertinentes del Reino Unido.
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La Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Galicia (ESCRBBCCG) es una institución española de enseñanza superior de la Consejería de Cultura y Educación de la Xunta de Galicia. Está ubicada en Pontevedra, en el antiguo cuartel de San Fernando, en el mismo edificio que la Facultad de Bellas Artes. Es la única Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Galicia y del noroeste de España y es la segunda escuela de restauración más antigua de España[2].
La invasión inglesa de 1719 dirigida por el general Homobod arruinó el edificio, que en aquella época se utilizaba como almacén de armas antiguas, granadas, bombas, pólvora y algo de artillería fundida[5] Tras la invasión y capitulación de Pontevedra el 25 de octubre de 1719 se realizaron pequeñas obras de consolidación, como la reparación de los tejados[6] El edificio estaba tan dañado que los soldados tuvieron que ser alojados en diferentes cuarteles de la ciudad.
El municipio de Pontevedra solicitó a la monarquía borbónica la reconstrucción de la Real Maestranza. Los trámites para la reconstrucción del cuartel se iniciaron con la orden del Intendente Francisco Salvador de Pineda, para alojar en la ciudad un escuadrón de caballería del Regimiento Montesa[7] El Ministro de la Guerra, el Duque de Montemar, ordenó al ingeniero militar Antonio Flobert la elaboración de los planos del nuevo edificio (conservados en el Archivo General de Simancas en la provincia de Valladolid)[4].
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Antes de comenzar este retroceso al pasado, debo disculparme primero por utilizar los nombres de las calles antiguas. Es lo que recuerdo y esos recuerdos mueren con fuerza. He intentado hacer referencia a los nombres “nuevos” entre paréntesis, pero puede que me haya olvidado de uno o dos. Por favor, disculpen.
Vivir en Manila en los años cincuenta y principios de los sesenta fue una aventura y un placer para mí. Manila todavía se estaba reconstruyendo de los daños de la guerra. Todavía recuerdo haber visto barcos hundidos en la bahía de Manila cuando se estaban retirando poco a poco o tal vez formando parte de la recuperación de más terreno alrededor del bulevar Dewey (Roxas Blvd.) El amplio bulevar no estaba atascado por el tráfico como hoy ni decorado con luces brillantes de colores chillones.
… los vendedores de sorbetes o helados empujaban sus carritos de colores brillantes que podían tener pequeñas campanas sujetas a las tapas de metal. No hay que confundirlo con los sorbetes, este estilo particular de brebaje casero se denominaba “helado sucio” – nunca quise averiguar por qué.
Mi familia y yo vivíamos en el barrio de Malate, en la calle Remedios, justo al lado de la iglesia de Malate. Por supuesto, de niño no sabía lo antigua que era esa iglesia ni su infame historia durante la batalla de Manila, cuando los sacerdotes católicos fueron asesinados por los japoneses. Todo eso se me escapaba mientras tomaba un jeepney que seguía su ruta por la Dewey, pasando por la Embajada Americana, el Hotel Bayview, el Club de Alces y el monumento a Rizal hacia el centro de la ciudad.