Nunca he sido un mentiroso, no sé lo que has oído
Está ese proyecto que has dejado aparcado, ese cuyo plazo de entrega está cada vez más cerca. Y está el cliente al que deberías devolverle la llamada, el que no hace más que quejarse y consumir tu valioso tiempo. Espera, ¿no ibas a intentar ir al gimnasio más a menudo este año?
¿Te imaginas cuánta menos culpa, estrés y frustración sentirías si pudieras obligarte a hacer las cosas que no quieres hacer cuando se supone que debes hacerlas? Por no hablar de lo mucho más feliz y eficaz que serías.
La buena noticia (y es una muy buena noticia) es que puedes mejorar en cuanto a no posponer las cosas, si utilizas la estrategia adecuada. Averiguar qué estrategia utilizar depende de la razón por la que se procrastina en primer lugar:
Hay dos maneras de ver cualquier tarea. Puedes hacer algo porque lo ves como una forma de acabar mejor que ahora, como un logro o una realización. Por ejemplo, si termino este proyecto con éxito, impresionaré a mi jefe, o si hago ejercicio con regularidad, estaré increíble. Los psicólogos llaman a esto enfoque de promoción, y las investigaciones demuestran que cuando se tiene uno, uno se siente motivado por la idea de obtener ganancias, y trabaja mejor cuando se siente ansioso y optimista. Suena bien, ¿verdad? Pues bien, si tienes miedo de meter la pata en la tarea en cuestión, este no es el enfoque para ti. La ansiedad y las dudas minan la motivación para el ascenso, lo que hace que sea menos probable que emprenda alguna acción.
No te metas en mi camino
Puede que notes que tu hijo llora con frecuencia por pequeñas decepciones como si fueran grandes problemas. Tiene una rabieta porque no encuentra los zapatos morados que “necesita” llevar. Le has comprado una barra de cereales “equivocada” para su merienda. Por estos pequeños problemas, pasa de 0 a 60, rápidamente. Como resultado, no aprende a priorizar los problemas grandes y pequeños, no aprende a gestionar la decepción ordinaria y se causa a sí misma un estrés excesivo, y se enfrenta a problemas sociales cuando se derrite públicamente.
Los niños en edad escolar se decepcionan ocasionalmente cuando algo no sale como ellos quieren. Los niños pequeños pueden llegar a ilusionarse con las cosas pequeñas porque éstas ocupan un lugar importante en el mundo de los niños; entonces pueden sentirse aplastados cuando las cosas no salen bien. Pero cuando su hijo se derrite crónicamente por pequeñas decepciones o contratiempos -cuando las pequeñas cosas se convierten en grandes-, esto podría indicar que su hijo está luchando por desarrollar habilidades de regulación emocional.
Las lágrimas de su hijo por cosas pequeñas están relacionadas con el control emocional. Las lágrimas en sí mismas deben considerarse neutrales: no hay nada bueno ni malo en ellas. Reconozca verbalmente la tristeza o la decepción de su hijo, pero no tiene que hacer nada. El padre no tiene que “arreglar” el problema “cediendo”. Lo que quieres es evitar un patrón en el que el padre cambie su comportamiento a causa del llanto.
No lo hago a mi manera
Motivarse es una de las principales cosas que distinguen a los grandes triunfadores, y es difícil. ¿Cómo se puede seguir avanzando cuando no se está dispuesto a hacerlo? En su investigación, Fishbach ha identificado algunas tácticas sencillas: Establecer objetivos que sean intrínsecamente gratificantes y hacerlos muy específicos. Si una tarea no es satisfactoria, céntrate en los aspectos que sí lo son o combínala con actividades agradables. Recompénsese de la manera adecuada por hacer las cosas. Para evitar los bajones, divide los objetivos en submetas; mira lo que has conseguido hasta la mitad y luego cuenta lo que te queda por hacer. Y utiliza la influencia social: Deja que las personas de alto rendimiento te inspiren, estimula tu ánimo dando consejos y ten presente a las personas por las que quieres triunfar.
Motivarse a uno mismo es difícil. De hecho, a menudo lo comparo con una de las hazañas del héroe alemán de ficción, el Barón Munchausen: tratar de mantener el impulso a través de una tarea, un proyecto o incluso una carrera puede parecer a veces como salir de un pantano por los pelos. Parece que tenemos una aversión natural al esfuerzo persistente que ninguna cantidad de cafeína o carteles inspiradores puede arreglar.
Zack hemsey vengeance lyrics
Con reuniones interminables, correos electrónicos incesantes y repartos de miles de personas, las empresas han dominado el arte de las interacciones innecesarias. Ganar en la próxima normalidad requiere centrarse mucho más en la verdadera colaboración.
¿Te has preguntado alguna vez por qué es tan difícil hacer las cosas en los negocios hoy en día, a pesar de las aparentemente interminables reuniones y correos electrónicos? ¿Por qué se tarda tanto en tomar decisiones, e incluso no necesariamente las correctas? No eres el primero que piensa que debe haber una forma mejor. Muchas organizaciones abordan estos problemas rediseñando cajas y líneas: quién hace qué y quién informa a quién. Este ejercicio tiende a centrarse casi obsesivamente en las relaciones de mando verticales y rara vez resuelve lo que, según nuestra experiencia, es la enfermedad subyacente: el mal diseño y ejecución de las interacciones de colaboración.
En nuestros esfuerzos por conectarnos a través de nuestras organizaciones, nos ahogamos en la tecnología de interacción virtual en tiempo real, desde Zoom hasta Slack y Teams, además de los mensajes de texto en grupo, WeChat, WhatsApp y todo lo demás. Parece que no hay excusa para no colaborar. ¿El problema? Interactuar es más fácil que nunca, pero la colaboración verdadera, productiva y creadora de valor no lo es. Y lo que es más, cuando se produce la colaboración, su calidad se deteriora. Esto hace que se desperdicien recursos valiosos, ya que cada minuto que se invierte en una interacción de poco valor resta tiempo que podría utilizarse para actividades importantes, creativas y potentes.