Nuestro propósito en la vida es ayudar a los demás, si no puedes ayudarlos, al menos no los lastimes.
Hacer Aikido significa tener consideración por todos los seres vivos y por la naturaleza. La filosofía central del Aikido es esta idea de “no violencia”. En pocas palabras, la “no violencia” significa no luchar ni hacer daño a los demás, pero más profundamente es una filosofía de armonía. El ai (合) en el Aikido significa que dos cosas se unen o se juntan. La armonía puede definirse entonces con esta cita del Dalai Lama: “Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a los demás. Y si no puedes ayudarles, al menos no les hagas daño”.
Dicho esto, el Aikido se convierte entonces en esta especie de dicotomía. Por un lado tenemos la potencialidad de la muerte y la destrucción y por el otro tenemos esta idea de armonía, no violencia y compasión. Esta misma dicotomía existe en todos los seres humanos.
Conciliar esta dicotomía requiere entrenamiento y disciplina. Tenemos que aprender que dañar a los demás sólo nos perjudica a nosotros y esto es algo que normalmente sólo se descubre a través de horas y horas de entrenamiento. Luego tenemos que desarrollar la disciplina y la fuerza interior para manifestar esta filosofía de “poner la otra mejilla”.
Nuestro principal objetivo en la vida
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La idea de que ayudar a los demás forma parte de una vida con sentido existe desde hace miles de años. Aristóteles escribió que la felicidad y la plenitud se consiguen “amando más que siendo amado”. Según la psicóloga Carol Ryff, que revisó los escritos de numerosos filósofos a lo largo de la historia, las relaciones con los demás son “una característica central de una vida positiva y bien vivida”.
¿Vamos por el camino equivocado? Las nuevas investigaciones aportan cada vez más pruebas de que el comportamiento amable y servicial hace que sintamos que nuestra vida tiene sentido, y descubren lo que podemos hacer para obtener esos beneficios.
A menudo, los psicólogos han distinguido entre dos tipos de bienestar: el bienestar hedónico (una sensación de felicidad) y el bienestar eudaimónico (una sensación de sentido y propósito). Aunque la felicidad y el sentido se solapan significativamente, los investigadores sospechan que ayudar a los demás es especialmente crucial para desarrollar un sentido.
Un estudio reciente de Roy Baumeister, de la Universidad Estatal de Florida, trató de investigar ésta y otras diferencias entre la felicidad y el sentido. En una encuesta realizada a más de 300 participantes, los investigadores buscaron rasgos y comportamientos que estuvieran relacionados con la felicidad (pero no con el sentido) y viceversa. Los investigadores descubrieron que tener fuertes conexiones sociales era importante tanto para la felicidad como para el sentido. Sin embargo, ayudar a los necesitados e identificarse como un “dador” en las relaciones estaba relacionado únicamente con el sentido.
Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a los demás, lo que significa
Hacer Aikido significa tener consideración por todos los seres vivos y también por la naturaleza. La filosofía central del Aikido es esta idea de “no violencia”. En pocas palabras, la “no violencia” significa no luchar ni herir a los demás, pero más profundamente es una filosofía de armonía. El ai (合) en el Aikido significa que dos cosas se unen o se juntan. La armonía puede definirse entonces con esta cita del Dalai Lama: “Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a los demás. Y si no puedes ayudarles, al menos no les hagas daño”.
Dicho esto, el Aikido se convierte entonces en esta especie de dicotomía. Por un lado tenemos la potencialidad de la muerte y la destrucción y por el otro tenemos esta idea de armonía, no violencia y compasión. Esta misma dicotomía existe en todos los seres humanos.
Conciliar esta dicotomía requiere entrenamiento y disciplina. Tenemos que aprender que dañar a los demás sólo nos perjudica a nosotros y esto es algo que normalmente sólo se descubre a través de horas y horas de entrenamiento. Luego tenemos que desarrollar la disciplina y la fuerza interior para manifestar esta filosofía de “poner la otra mejilla”.