Como ayudar a los adolescentes en situaciones de riesgo

Comportamiento arriesgado deutsch

Como padre o madre o como persona que ejerce la paternidad, es posible que se preocupe por todos los comportamientos de riesgo en los que puede incurrir su hijo y por si tiene alguna influencia en las decisiones que toma. Tenga la seguridad de que asumir riesgos saludables es normal, y hay muchas maneras de aumentar la probabilidad de que su hijo asuma riesgos saludables y de evitar los que no lo son. Exploremos lo que entendemos por asumir riesgos sanos y no sanos, por qué los niños se arriesgan y qué puede hacer usted, como padre o madre, para apoyar a su hijo.

Asumir riesgos es una parte normal del desarrollo infantil.1 Los niños son más propensos que los adultos a asumir riesgos porque diferentes partes de su cerebro están madurando en momentos diferentes. La parte del cerebro encargada de la autorregulación y de pensar en las consecuencias madura más tarde que la parte del cerebro que es impulsiva y reactiva.2 Por lo tanto, es natural que los niños tengan comportamientos que den lugar a que un adulto diga: “¿En qué estabas pensando?” La asunción de riesgos consiste en que el niño descubra quién es y explore los límites que existen. Asumir riesgos no significa que el niño sea rebelde. Asumir riesgos es una parte esencial del desarrollo de la identidad.

Aspectos de la adolescencia

Durante la adolescencia se producen cambios en el cerebro que hacen que los adolescentes se centren más en la recompensa que sienten cuando son admirados por sus amigos, y en el refuerzo positivo que obtienen al ser incluidos. Por eso los amigos y los compañeros adquieren una importancia increíble durante la adolescencia, y por eso sienten verdadera angustia si no tienen amigos o son rechazados socialmente.

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Por ejemplo, en un examen de conducción informatizado, los investigadores descubrieron que los adolescentes tempranos eran más propensos a realizar una conducción arriesgada cuando había amigos presentes. Los adolescentes tardíos también eran algo más arriesgados en su conducción cuando estaban con amigos.

La asunción de riesgos positivos consiste en aprender cosas nuevas y explorar territorios desconocidos. El riesgo es positivo porque, aunque sigue evocando una sensación de incertidumbre o miedo, se desarrolla una nueva habilidad o existe la posibilidad de un resultado positivo.

Estar rodeado de amigos y compañeros puede llevar a tu hijo a asumir riesgos negativos, que pueden tener consecuencias perjudiciales para la salud, la seguridad y el bienestar del adolescente. Puedes averiguar quiénes son los compañeros de tu hijo adolescente prestando atención a con quiénes se relaciona y habla. Ayudar a su hijo a reconocer la presión de los compañeros adolescentes y cuándo les ayuda y les perjudica es un papel importante que deben desempeñar los padres.

Adolescente con presión de grupo

Para ayudarte, como padre, a entender mejor la asunción de riesgos y cómo gestionar los comportamientos negativos, lee la siguiente guía en la que se explica qué es el riesgo, por qué los adolescentes lo asumen y cómo podemos ayudarles a tomar mejores decisiones.

Una de las principales razones por las que los jóvenes participan en actividades de riesgo es la emoción que conlleva. Hacer algo que se sabe que no se debe hacer puede provocar una subida de adrenalina, que da a la persona un subidón de excitación antes, durante y después de asumir el riesgo.

La segunda razón por la que los niños se arriesgan es la presión de sus compañeros o amigos. A esa edad, encajar en un grupo se considera muy importante, y puede llevar a tomar decisiones que de otro modo no se habrían tomado.

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Otra razón por la que los niños pueden incurrir en comportamientos de riesgo es que no son conscientes de las consecuencias. Hasta los 25 años, aproximadamente, las partes del cerebro adolescente que procesan y evalúan los riesgos están todavía en desarrollo. Esto hace que a algunos les resulte difícil comprender las posibles consecuencias de sus actos.

Texto sobre la presión de los compañeros

La neurociencia ha descubierto que existe una maduración temprana del sistema límbico y una maduración prolongada de la región de la corteza prefrontal del cerebro. La maduración de estas áreas se asocia a un mayor autocontrol, mientras que la ausencia de maduración se asocia a la impulsividad y a una mala toma de decisiones (Romer, 2012). La adolescencia se asocia a menudo con una mayor conducta de riesgo e impulsividad, como demuestra el aumento de la experimentación con el consumo de drogas, los accidentes y la conducta sexual de riesgo (Arnett, 1992).

Es probable que la propensión al comportamiento de riesgo esté influida por varios factores. Se están produciendo cambios en partes del cerebro que pueden aumentar la tendencia de los adolescentes a los comportamientos de riesgo. Hay una maduración limitada en partes del cerebro que pueden controlar las decisiones y el comportamiento arriesgado. Además, las experiencias pueden aumentar o disminuir la propensión a las conductas de riesgo.

No todas las áreas del cerebro maduran al mismo tiempo y ritmo. Algunas partes del cerebro se desarrollan antes, mientras que otras no están completamente maduras hasta la edad adulta. Un área del cerebro denominada “sistema de recompensa” comienza a desarrollarse bastante pronto en la adolescencia. El sistema de recompensa se estimula con un aumento de la liberación de dopamina cuando se produce un comportamiento de búsqueda de sensaciones. Este cambio fomenta en la adolescencia el deseo de independencia, la búsqueda de experiencias novedosas y la realización de actividades más propias de los adultos (Spear, 2007). Muchas de estas actividades excitantes, novedosas e independientes están asociadas a cierto riesgo (por ejemplo, las drogas, la conducción, el sexo). El aumento de la conducta de búsqueda de sensaciones se observa en los jóvenes de 14 a 22 años. El nivel de búsqueda de sensaciones suele ser mayor en los varones que en las mujeres y se prolonga hasta la edad adulta en el caso de los varones. El comportamiento de búsqueda de sensaciones tiende a alcanzar su punto máximo en las mujeres alrededor de los 16 años, mientras que los hombres alcanzan su punto máximo alrededor de los 19 años (Romer, 2012).

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