Ay dios mío ayuda a controlar mi lengua

Oración para guardar mi boca

No debéis ser muchos los que os hagáis maestros, hermanos míos, porque sabéis que los que enseñamos seremos juzgados con mayor rigor. Porque todos tropezamos en muchas cosas. Y si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo. Si ponemos bocados en la boca de los caballos para que nos obedezcan, también guiamos todo su cuerpo. Fíjate también en los barcos: aunque sean tan grandes y sean impulsados por fuertes vientos, son guiados por un timón muy pequeño hacia donde la voluntad del piloto lo indique. Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo se jacta de grandes cosas. ¡Qué grande es un bosque incendiado por un fuego tan pequeño! …

“O haced el árbol bueno y su fruto bueno, o haced el árbol malo y su fruto malo, porque el árbol se conoce por su fruto. ¡Cría de víboras! ¿Cómo podéis hablar bien, cuando sois malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El bueno, de su buen tesoro, saca el bien, y el malo, de su mal tesoro, saca el mal. Os digo que en el día del juicio la gente dará cuenta de toda palabra descuidada que diga, porque por vuestras palabras seréis justificados, y por vuestras palabras seréis condenados.”

Oración bíblica para la lengua

Intentaré hoy vivir una vida sencilla, sincera y serena, repeliendo con prontitud todo pensamiento de descontento, ansiedad, desánimo, impureza y búsqueda de sí mismo; cultivando la alegría, la magnanimidad, la caridad y el hábito del santo silencio; ejercitando la economía en los gastos, la generosidad en las dádivas, la prudencia en la conversación, la diligencia en el servicio señalado, la fidelidad a toda confianza y una fe infantil en Dios.

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Concédenos paciencia, Señor, para seguir el camino que tú has tomado. Que nuestra confianza no descanse en nuestro propio entendimiento, sino en tu mano guiadora; que nuestros deseos no sean para nuestra propia comodidad, sino para la alegría de tu reino; porque tu cruz es nuestra esperanza y nuestra alegría ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

Dios santo, tu conocimiento de mí excede lo que yo capto o veo en cualquier momento; me conoces mejor que yo mismo. Ayúdame a confiar en tu misericordia, a verme a la luz de tu santidad, y concédeme la gracia de tener una verdadera contrición, hacer una confesión honesta y encontrar en ti el perdón y la remisión perfecta. Amén.

Señor, ayúdame a controlar mi lengua

Padre celestial, alabo tu santo nombre. Dame fuerza hoy querido Señor. Fuerza para resistir las obras del diablo, ya que trata de filtrarse en mi mente. Reprendo su negatividad, en el poderoso nombre de Jesús. Cúbreme bajo la preciosa sangre del Cordero, Oh Señor. Infiltra mi mente, mi cuerpo y mi alma.

Filipenses 4:8 “Por último, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo que es honorable, todo lo que es justo, todo lo que es puro, todo lo que es amable, todo lo que es encomiable, si hay alguna excelencia, si hay algo digno de alabanza, pensad en estas cosas”.

Oh Señor, ayúdame a cambiar mis patrones de pensamiento, para que pueda estar enfocado en Ti y en Tus promesas. Querido Señor, te pido que hoy me des la fuerza para controlar mis pensamientos. Guíame por un camino llano y restaura mi alma.

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DECLARACIÓN – Declaro que estoy liberado del espíritu de miedo, de la negatividad del mundo y del espíritu de decepción. ¡Declaro la palabra de Dios sobre mi vida dondequiera que vaya! – 2 Timoteo 1:7 DECLARACIÓN

Cómo cuidar mi lengua

Una fortaleza poderosaSe dice que el propio Lutero se consolaba mucho con su himno. Cuando los tiempos eran difíciles, se dirigía a su compañero Melancthon y le decía: “Ven, Felipe, cantemos el Salmo 46”.

Quédate conmigo: rápido cae el atardecerAlbert Bailey escribió una vez: “Este himno es totalmente sobre la muerte”. Si bien esto es esencialmente cierto, afortunadamente, el texto del himno lo expone de forma un poco menos contundente que Bailey.

Ah, santo Jesús, cómo has ofendidoEste himno hace un trabajo tan bueno recordándonos por qué sufrió Jesús que J.S. Bach lo utilizó tanto en la “Pasión de San Mateo” como en la “Pasión de San Juan”. La razón es que el autor del texto alemán lo escribió mientras sufría él mismo.

Ay, y sangró mi SalvadorEn su autobiografía, Fanny Crosby cuenta cómo este himno influyó en su conversión en una reunión de avivamiento: “Y cuando llegaron a la tercera línea de la cuarta estrofa, ‘Aquí, Señor, me entrego’, mi alma se inundó de una luz celestial. Me puse en pie de un salto, gritando ‘aleluya’ ….”.

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